Sin categoría

CUIDEN POR DONDE CAMINAN

El profeta menor Ageo, nombre hebreo Haggay, que significa “mi fiesta”, nombre único en toda la biblia.  Este es uno de mis favoritos, porque su misión esta ligada a la reconstrucción del templo y la restauración de la fe del pueblo. Ageo viene a colaborar con Zacarías en la reconstrucción y restauración de la fe y la experiencia de Dios en el pueblo.

El mensaje del profeta es de corte comunitario y con una claridad Admirable, a diferencia de otros profetas, este tenía un lenguaje sencillo, claro y concreto: la comunidad debe restaurar el templo y su relación con Dios.

En toda comunidad, grupos, parroquias, movimientos, y cualquier estructura cristiana en la que haya personas persiguiendo un objetivo, hay momentos en los que surgen crisis, momentos de oscuridad y laberintos sin salida y otros problemas que solo se resuelven por la providencia de Dios. En tiempos de Ageo era la situación del pueblo. Comparto contigo esta cita y luego algunos elementos en los que Dios muestra al pueblo el estatus que tienen en ese momento histórico.

Ageo 1, 4-10

¿Y acaso para ustedes sí es tiempo de vivir en casas lujosas, mientras que mi templo está en ruinas?  Yo, el Señor todopoderoso, les digo que cuiden por donde caminan. Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal, echa su salario ensaco roto. Yo, el Señor todopoderoso, les digo que cuiden por donde caminan. Vayan a las montañas, traigan madera y construyan de nuevo el templo. Yo estaré allí contento, y mostraré mi gloria. Ustedes buscan mucho, pero encuentran poco; y lo que guardan en su casa, yo me lo llevo de un soplo. ¿Por qué? Pues porque mi casa está en ruinas, mientras que ustedes solo se preocupan de sus propias casas. Yo, el Señor, lo afirmo. Por eso no cae para ustedes la lluvia, ni la tierra les da sus productos.

En este texto aparecen tres elementos que llaman mi atención y enumero a continuación:

1. Trabajo sin fruto alguno.

Juan el Bautista en un momento habló de dar frutos de verdadera conversión (Lc 3,8) y Jesús nos mandó a dar mucho fruto, porque en dar fruto estaba la gloria de su Padre (Jn 15,8). Que triste es una vida sin frutos, una vida en la que Dios no pueda dar algo a la gente a través de nosotros y peor aún, cuando damos algo en nombre de Dios, que no tiene que ver con Dios, sino con nosotros, por eso Jesús dijo que por los frutos nos conocerían (Mt 7,20)

Jesús un día fue a buscar fruto a una higuera y no encontró, esta tenía apariencia de fruto, pero no había fruto en ella. Cuando nuestra vida se funda en las apariencias que tenemos, generadas por las experiencias el pasado, las personas nos ven y nos admiran, y hasta creen encontrar en nuestras comunidades, ministerios y grupos aquello que saciará su hambre y su sed, sin embargo al acercarse encontrarán apariencia, pero no encontrarán fruto.

Esto también se parece mucho al episodio de la primera pesca milagrosa (Lc 5,1-11), donde Pedro y sus amigos se pasaron toda una noche pescando sin encontrar nada. Que tristeza da trabajar sin cosechar, pasarse la vida buscando tesoros y llegar a viejo sin haber conseguido alguno. En algunos movimientos existe la enfermedad de un activismo extremo, parecido al de Marta (Lc 10, 38-42) que en lo único que terminó fue en queja, cansancio y reproche; una labor y un trabajo que dieron fruto, pero no el que quería el Señor.

Esta situación no es nada distinta a la que encontró Ageo en el pueblo. Había mucho trabajo, mucha acción, pero sin fruto, porque cada uno estaba enfocado en sus intereses particulares y no en el Señor. El Papa Francisco ha mencionado varias veces la palabra «ensimismamiento«, que él traduce como aquella persona que esta centrada en sí misma y olvidada de los demás. Esto, al igual que en tiempos de Ageo es una de las razones principales por las que hay ausencia de frutos en muchos ambientes.

2. Vidas insatisfechas, sin provecho y sin sentido alguno.

En la comunidad, ministerio o movimiento que se deja la intimidad con Dios y se olvida el sentido por el que existe, la capacidad de autocrítica desaparece, y sin darse cuenta, se hunde en una autorreferencialidad que a lo único que le conduce es al fracaso, porque su enfoque desmesurado en ellos mismos y en lo propio, les quita la mirada del Señor. Con el profeta Ageo, parece que el pueblo no se da cuenta de su error y sigue caminando a la deriva, sin detenerse a mirar la posición que tenían ante el deseo de Dios. 

Cuando una persona no se siente satisfecha en la vida, es una indicación clara de que algo no está sucediendo de la manera correcta o que está haciendo una interpretación errónea de lo que ocurre en su entorno. Las personas insatisfechas están desconectadas de la realidad, porque pierden de vista todo lo que está ocurriendo en sus vidas y ponen su enfoque en cosas que solo existen en su mente.

La insatisfacción es un estado emocional desagradable, cercano a la ira y a la frustración, porque las personas asumen lo que creen que necesitan y merecen ellos mismos y lo que necesitan y merecen los demás. ¿Qué era lo que hacía que nunca el pueblo de Dios se sienta satisfecho? Poner el foco en el exterior y los demás pueblos, perdiendo su identidad tratando de parecerse a ellos y valorar su propio esfuerzo como la fuente de su plenitud.

El Señor le habló al pueblo a través de Ageo y en dos ocasiones les dice claramente que piensen bien en su conducta; en otra traducción dirá: cuiden por donde caminan. Lo peor que le puede pasar a un ser humano es perder el sentido por vivir, porque ahí, nada de lo que haga tendrá sentido y es parte de lo que pasaba con el pueblo de Dios en tiempos del profeta.

3. Vida sin calor.

Si la vida de algunos que están solos es triste, mucho peor es la vida de quienes rodeados personas, se sienten solos y buscando consuelo en ellas, no lo encuentran. Siempre llamó mi atención este aspecto de Ageo en el que señala que: “se abrigan, pero no entran en calor”.

He conocido el frio y la nieve y no son muy agradable que digamos. En las películas navideñas se ve muy lindo jugar con la nieve, hacer muñecos, angelitos, y entre otras cosas; sin embargo para quienes hemos crecido en el caribe no es tan llevadero. Recuerdo que mi primer invierno en la ciudad de New York, fui golpeado por el frio y la soledad en una etapa de mi vida en la que me sentía como estaba el pueblo de Dios en tiempos de Ageo, y es muy doloroso no encontrar abrigo en medio del frio. Esto me recuerda al apóstol Pablo, quien en un momento de su vida estando en la cárcel, pidió que le llevasen el abrigo (1 Tim 4,13). Pedir abrigo es buscar el calor, la comunidad, los hermanos, personas que están ahí y a través de las cuales se hace presente la compañía de Dios.

Cuando no se vive la comunión con los otros, no podemos descubrir el aliento de Dios en medio de nuestros hermanos. La soledad que experimentaba el pueblo no era aquella que lleva a la persona al monte a orar, sino la de quienes tienen que buscar por su sola fuerza la manera de construir su casa, perdiendo de vista lo que dice el salmista: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” Sal 126,1.

Ageo le da al pueblo la alternativa para retomar el camino que Dios quería para ellos; este camino inicia en un lugar: en lo alto de la montaña (v.7-8) antes de traer materiales, empezar a construir y glorificar al Señor, hay que subir a la montaña.

La montaña siempre ha sido en toda la tradición bíblica un lugar de encuentro con Dios, lugar donde podemos separarnos del suelo y acercarnos al cielo. Hay momentos en los que hay que tocar suelo para subir al cielo, pero ahora hay que dejar el suelo para subir al cielo. El pueblo tenía que dejar el suelo de sus intereses personales, particulares, egoístas y caprichosos y enfocarse en lo que Dios quería

Muchas comunidades cristianas pierden su enfoque cuando dejan la montaña y empiezan a vivir de sus propias especulaciones. No se puede construir una comunidad, un ministerio, una vida lejos de la montaña. El problema de muchos es construir una comunidad sin Dios, con sus propios recursos y capacidades, sin darse cuenta de que el secreto de la construcción está en construir desde el monte del Señor. Quien construye desde ese monte no destruye, edifica; no divide, une y no distorsiona, perfecciona.

El Señor, al igual que al pueblo nos invita hoy a cuidar por donde caminamos, a mirar bien nuestra conducta, no sea que tratando de hacer lo que entendemos que es correcto, estemos cavando nuestra propia tumba espiritual, en la que nos enterremos nosotros y a los hermanos que Dios nos ha regalado para que sean parte del sentido de la vida que Dios ha soñado para nosotros.

Si este escrito ha sido edificante para ti, compártelo con tus amigos y suscríbete a nuestra página y seguirás recibiendo contenido que será de bendición para tu vida.

6 Comentarios