Escritos

¡DIOS A MÍ NO ME LLAMÓ A ESO!

Cuando iniciaste tu camino con Dios, probablemente te preguntaste sobre el llamado que te estaba haciendo en ese momento y cuál era tu vocación. Es una pregunta que durante años también me hice, inclusive hasta al seminario ingresé con deseos de hacerme sacerdote. Luego de varios años en acompañamiento espiritual, oración personal y discernimiento vocacional, descubrí mi vocación al matrimonio.

En mi proceso de formación universitaria como psicólogo, recuerdo que participé en varias reuniones en el área de la pastoral universitaria que en ese momento se estaba organizando. Allí tenía un amigo que al igual que yo había sido seminarista. En uno de los encuentros recuerdo haber propuesto una convivencia retiro con el anuncio del kerigma para jóvenes de la universidad, sin embargo, algunas personas que tenían otra visión rechazaron la propuesta sugiriendo actividades de regalar dulces, pintar caritas en cachetes y otros eventos muy bonitos, pero con los que no conectaba porque tenía la convicción de que ese no era mi llamado.

Con el paso del tiempo algunos jóvenes de la universidad se organizaron y formaron un pequeño grupo de oración para reunirse a compartir temas y orar. A mi me encantó esa idea y en varias ocasiones me escapaba de clases para ir a compartir un tema con ellos. Un día, el joven a cargo me preguntó lo siguiente: ¿Por qué no te habías integrado al grupo de pastoral que había antes en la universidad? En ese momento lo único que me vino a la cabeza fue: ¡Porque a mi Dios no me llamó a eso! En ese momento lo único que me dijo aquel joven fue: ¡WOW! Como quisiera tener esa seguridad.

Esta experiencia me dejó pensando en el llamado que Dios me había hecho, porque estaba casi seguro de que no era ahí que el Señor me quería. Tenia esa convicción porque lo que vivía interiormente en mi relación con Dios me hablaba de mi llamado. Él, que me conoce más que yo mismo, sabe en dónde y en qué puedo ser bueno y útil para la iglesia y para la sociedad.

En la palabra de Dios nos encontramos con personas que no tenían claro todo, pero si tenían claro cuál no era su llamado o manera de hacer las cosas. Aquí te coloco una pequeña lista de citas bíblicas que debes de leer para una mejor comprensión del contexto en el que te comparto estas ideas:

  • 1 Sam 17,37-39: A David no le quedaban las armaduras de Saúl. Tenía la convicción de su llamado a ir a la guerra, pero no con las armas de Saúl, sino con sus propias armas.
  • Mc 5, 18-19: El ex endemoniado quería seguir a Jesús con su grupo. Jesús le negó esta solicitud porque su familia sería restaurada por el testimonio de este hombre que había estado sujeto al demonio.
  • Lc 12,14. Jesús no era repartidor de herencias familiares. En la época de Jesús esto era muy común, incluso la gente de buena fama y con liderazgo podía hacer esta tarea, sin embargo, Jesús le negó esta solicitud a ese hombre. Mientras hablaba del Reino y del Padre, aquel hombre estaba pensando en otra cosa.
  • 1 Cor 1, 17: El llamado de Pablo no era bautizar. Mientras Pablo habla a Corinto sobre Jesucristo, les clarifica su vocación y les hace ver su convicción. Lo más sorprendente es que él sí bautizó, sin embargo, no se dedicó a ello.

Desconocer el llamado que el Señor nos ha hecho podría meternos en muchos problemas. He aprendido esto de tres amigos en particular, con quienes he descubierto que lo mejor que nos puede pasar es obedecer al Señor en aquello que creemos que nos pide que hagamos. Por separado les he preguntado por su manejo a la hora de evangelizar y dar temas y ambos en algún momento han tenido que rechazar alguna invitación o sugerir otra temática, sencillamente porque lo que les han pedido no va acorde con el llamado que Dios les ha hecho.

Es importante entender que el llamado a la evangelización es para todos, pero que cada cual lo hace desde un escenario o forma distinta; esto nos capacita mejor para ejercer aquel ministerio y carisma con gozo y libertad. El llamado que Dios nos ha hecho es para que seamos felices desde el lugar en el que nos encontramos. Vivir la vocación es vivir la felicidad, dando frutos en el lugar que Dios nos ha colocado.

Te animo a que entres en la intimidad con Dios y le permitas hablar a tu corazón y allí descubrir tu vocación, carisma, ministerio y servicio que Dios quiere que hagas. Él sigue hablando y llamando a la puerta, sigue llamando a tu puerta. Ábrele y luego cuentas tu experiencia.

Y tú, ¿ya descubriste a qué Dios te está llamando?

Un comentario

  • Wilfredy

    Todos hemos pasado por el ese momento donde no sabemos cuál es el llamado de Dios para nosotros, pero llega el momento donde todas las nubes grises desaparecen y la luz entra a nuestro corazón y mente para darnos la dirección correcta.