Escritos

LA MENTALIDAD DE LOS ENEMIGOS DE JESÚS

Entonces desde aquel día tomaron la decisión de matarlo” Jn 11,53

¿Alguna vez pensaste en las motivaciones internas de aquellos que querían matar a Jesús?

Jesús tuvo muchos enemigos, sin embargo, Él no era enemigo de nadie. Eran muchos los que perseguían a Jesús, pero Él era el buen pastor que solo perseguía a las ovejas descarriadas que estaban en el olvido del sistema religioso de su época, que se supone existía para sanar al herido, pero en ese entonces mataba al herido y hería al sanado.

En muchas ocasiones me preguntaba lo que pasaba por la mente de quienes mataron a Jesús y con el paso del tiempo fui aprendiendo con la lectura del evangelio que estos pensaban que hacían lo correcto. Mataron a Dios en nombre de lo correcto, en nombre de su ley. Estos religiosos de Israel tenían miedo a que Jesús contamine el pueblo con sus ideas extremistas. Estas ideas eran pegajosas, sobre todo en aquellos que fueron rechazados y excluidos en su tiempo.

En la época de Jesús había tres mentalidades radicalmente opuestas a su estilo y norma de vida que quiero compartir contigo:

1. La mentalidad de los escribas y fariseos: estos eran celosos de la ley de Moisés y tenían una observancia estricta sobre la ley y la tradición, aunque esta era externa y superficial, hasta el punto de que en Mt 23,27-29, Jesús les llama hipócritas y sepulcros blanqueados. Ellos eran conocedores de la palabra de Dios (Jn 5,39-40), ayunaban y oraban, sin embargo, esto no tenía incidencia en su vida, se preocupaban más del exterior que del interior. Estos, los más celosos de la ley eran los enemigo acérrimos y más agresivos de Jesús. Estas personas Jesús las denunció públicamente haciéndole ver que su deseo fundamental era ser vistos y admirados por los hombres.

Esta mentalidad es doblemente peligrosa. Primero, porque el deseo de ser vistos coloca a quienes están para servir en una posición en la que se sirven de los demás y los esclavizan y segundo, porque en nombre de Dios se cometen atrocidades en contra de inocentes, como dijo Caifás: es conveniente que muera un hombre y no que el pueblo perezca (Jn 11,49-50). En el fondo, el deseo no era salvar al pueblo de Jesús, sino que era salvar su estructura de Él, que desnudaba constantemente su sistema religioso, que estaba vacío de Dios y lleno de ellos mismos con sus cultos exteriores.

 

2. La mentalidad de los saduceos: estos sacerdotes pertenecían a las clases más ricas en Israel, no creían en la resurrección del Señor ni en el juicio final (Mt 22,23; Hc 23,6-10). En una ocasión Jesús fue directo a su error señalándole su equivocación: ««Estáis en un error, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios.» Mt 22,29.

Hoy en día en muchos ambientes hay personas con esta mentalidad, cerradas al poder de Dios, que al igual que los saduceos tienen influencia en el templo, participan en los cultos religiosos, aportan económicamente de sus recursos, sin embargo, no creen en la palabra de Dios y en su poder. Increíblemente a aquellos que no creen en la resurrección ni en el juicio, Jesús les echó en cara que no creían ni en la escritura ni en su poder. El poder de Dios nos hace vivir en la esperanza de la resurrección.

Jesús con su estilo de vida y sus palabras, afectó su pensamiento, no solo porque eran contrarios, sino también porque acusaba públicamente la hipocresía y doblez de corazón que había oculta en la apariencia piadosa de estos religiosos.

 

3. La mentalidad del imperio: esta es la mentalidad del amor por el poder. Tiberio que era emperador de la época, había mandado a ejecutar a muchas personas que alzaron su voz en contra del imperio y Poncio Pilato, también fue un gobernador brutal. Cuestionar la autoridad del emperador y no acatar el mandato de un gobernador, era un delito que se sentenciaba con la muerte. Hoy en día la condena no es la muerte, es la exclusión.

Los fariseos en una ocasión tendieron una trampa a Jesús para ponerlo en contra del pueblo y en contra del imperio. En Mt 22,15-22 aparece el episodio en el que cuestionan el pago del impuesto al emperador. Conocemos la famosa respuesta de Jesús de: “Al César lo del César y a Dios lo de Dios”, sin embargo, detrás de esta situación hay algo más, se esconde la mentalidad mediocre de unos religiosos que querían desaparecer al profeta de Dios.

En la mentalidad del imperio predomina el autoritarismo, donde quien exprese sus ideas es cruelmente asesinado. Este liderazgo imperial condena severamente la libertad de expresión y pensamiento. Nadie podía desafiar o contradecir el régimen romano, porque el emperador Tiberio había matado muchas personas anteriormente por ello.

Jesús con esta pregunta es colocado entre la espada y la pared. Los fariseos y saduceos no pudieron contra Él al ponerlo en la boca del león. Jesús, movido por el Espíritu del Señor que reposaba en Él, pudo salir airoso dando una respuesta que sepultaba todas sus intenciones de desaparecerlo.

Estas mentalidades que hemos abordado anteriormente tienen cura, la cura es el amor y la libertad. Jesús dijo que si Él nos hace libres (Jn 8,36) y Pablo nos dice que para ser libres Cristo nos liberó (Gal 5,1). El amor y la libertad son inseparables. Jesús dio la opción al joven rico de seguirlo o no, y no manipuló a quienes había alimentado en la multiplicación de los panes para que se quedasen con Él. Eso hizo de Jesús una persona admirable y única para sus seguidores, que más que por lo que Él hacía, lo seguían por lo que Él era y significaba para ellos: La vida que procede del Padre y el descanso seguro para quienes estaban agobiados.

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