Sin categoría

LA AUTORIDAD INCUESTIONABLE DE JESÚS

En los últimos años de mi vida me he vuelto un admirador de Jesús como nunca lo había sido. Leer los evangelios y encontrarme con sus ocurrencias, sus palabras, sus gestos y su manera de proceder me llena de mucha curiosidad, fuerza y admiración. He estado estudiando sobre la autoridad que tenía en el ejercicio de su ministerio de evangelización, con la finalidad de seguir aprendiendo de Él, de su amor por los que sufren y así cultivar ese regalo que Él nos hizo cuando nos dijo: ¡VAYAN POR EL MUNDO!

En las redacciones de los evangelios, especialmente los sinópticos, es muy común encontrar antes o después de la palabra poder, la palabra autoridad. Estas palabras en Jesús tienen una relación estrecha. Porque en su poder se muestra su autoridad. El poder a Jesús le venía por su autoridad y su autoridad se la había otorgado el Padre, quien le había ungido con su Espíritu en el bautismo.  

En algunas traducciones bíblicas, específicamente en el Nuevo Testamento, se usa la palabra poder para traducir dos palabras griegas que tienen significados diferentes. Una de estas palabras es ἐξουσῐ́ᾱσ que se pronuncia exousíā, esta palabra significa autoridad o jurisdicción sobre un territorio, sobre alguien o algo; la otra palabra es δυναμις, que se pronuncia dunamis y se refiere a habilidad, fuerza o poder. De esta palabra es que procede la palabra dinamita.

Al leer Lucas 4, 14 nos encontramos con Jesús rumbo a Galilea guiado por la fuerza del Espíritu. La palabra griega que aparece aquí para expresar poder es dunamis. En este texto no expresa si Jesús tenía o no la autoridad para usar ese poder con el que había salido del desierto. Era obvio para el autor bíblico que Jesús tenía autoridad. Aquí Lucas nos señala que la dunamis de Dios habitaba en Jesús porque Él estaba lleno de su Espíritu, por esta razón en el verso 18, al leer el rollo del profeta Isaías lo proclama diciendo que el Espíritu del Señor estaba sobre Él y concluye en el verso 21 diciendo que eso que acababa de proclamar, y para lo cual había sido ungido con el poder, se cumplía ese día. El Poder de Dios, en la persona Jesús era lo normal, por eso no hubo enfermo o persona con algún espíritu impuro que no quedara restaurada con tan solo una palabra de sus labios o un toque de sus manos.

La palabra exousíā, no expresa fuerza, sino autoridad sobre una jurisdicción, cosa o persona, como había dicho anteriormente. Sin embargo, la palabra de Dios hace obvia la autoridad incuestionable de Jesús en diferentes textos en los evangelios.  En Marcos 1, 27, al expulsar un espiritu impuro, la gente quedó asombrada y decía que ese tipo de enseñanza tenía autoridad porque los demonios obedecían. La autoridad de Jesús expulsaba demonios. El evangelista Juan pone en labios de Jesús que, a Él, el padre le había dado todas las cosas: “El padre ama al hijo y ha puesto todo en sus manos” Jn 3,35.

La autoridad del Padre en el ministerio de Jesús se puede atribuir a la imitación. Jesús mismo dice que lo que Él hace es lo que ve hacer al Padre (Jn 5, 19). Jesús escogió 12 discípulos para enviarlos a predicar con poder de expulsar a los demonios (Mc 3,13), luego los discípulos usaron este poder para sanar, y la autoridad para expulsar a los demonios (Mc 6, 6-12) perdonó pecadores con la autoridad que tenía (Mc 2,1-12) enseñó en una ocasión en el templo y fue de escandalo para los fariseos, quienes cuestionaban su autoridad (Mt 21,23).

Al estudiar el ministerio de Jesús nos damos cuenta de que las curaciones, los exorcismos y otras manifestaciones milagrosas que ocurrieron en su paso por el mundo, se debían a la autoridad (exousíā) y el poder (dunamis) que había en Él. Algunas personas, influidas por los medios de comunicación, redes sociales y mundo cinematográfico, han sobre-exaltado la figura de Satanás, colocándolo como un dios paralelo, sin embargo, esto es una mentira, porque Satanás es una creatura de Dios, quien no tiene fuerza ni poder ante Dios. Jesús nunca luchó contra el demonio, porque ante Jesús este no tiene fuerza ni poder. Las sanaciones obradas por Jesús y sus discípulos se realizaron porque Jesús estaba sometido a la voluntad amorosa de su Padre y este enseñó a los suyos a hacer lo mismo.

La autoridad incuestionable de Jesús, la cual lo llevó muchas veces a ir en contra de las leyes y normativas que tenían los lideres religiosos de su época, le pertenecía al Padre. Todo lo que Él hacía lo obraba porque todas las cosas eran jurisdicción del Padre. En este aspecto, las sanaciones, exorcismos y milagros que hacía, eran cuestión de jurisdicción, por eso Él es la buena nueva, el evangelio, la buena noticia. Dios tiene el control de todo y ante Él la enfermedad, los demonios y la muerte no tienen otra opción que rendirse. Nada ni nadie puede desafiar o instaurar un reinado en la jurisdicción de Dios. Esta autoridad y este poder, Dios lo ha dejado a la iglesia y es lo que se nos ha transmitido en el sacramento del bautismo y la confirmación.

Concluyo como dice aquella famosa canción: “No hay nadie como tú”, porque Jesús es único; en Él se da la unión perfecta entre autoridad y poder. Él tiene la jurisdicción de Dios y la fuerza para obrar las obras de Dios (Jn 8,28). Jesús a sus discípulos en el evangelio de Mt 28,18 les dijo que le había sido dado todo Poder en el cielo y en la tierra y con ese Poder, envió a sus discípulos a predicar por el mundo entero. 

El mensaje de los discípulos llegó hasta ti, y ahora te toca anunciar con autoridad y poder que el Reino de Dios está aquí.

2 Comentarios

  • Rosa Nelly guante

    Excelente reflexión. Me gusta mucho su forma de analizar los evangelios. Mil gracias por sus prédicas