PENTECOSTÉS Y LAS NUEVAS GENERACIONES

El movimiento de la Renovación Carismática Católica en el Espíritu Santo nació en el año 1967; en un retiro para estudiantes de la Universidad de Duquesne en Pittsburgh, Pennsylvania, los jóvenes habían pasado gran parte del fin de semana en oración, pidiendo a Dios una experiencia de fe con el Espíritu Santo.

Los jóvenes que estaban en este encuentro probablemente pertenecían a la generación de los “niños post guerra”, que fueron los nacidos entre 1930-1948 y que actualmente tienen 70 años o más. En aquel retiro eran jóvenes, sin embargo, parte de las características de esta generación postguerra es el trabajo en equipo, el esfuerzo y el sacrificio. Saben lo que es sacrificarse por los demás y pensar en “nosotros”, más que en el “yo”. Son hijos de la supervivencia “juntos”.

Dios es el Señor de la historia y no hubo un momento tan oportuno como este para darle un respiro al mundo a través de este grupo de jóvenes que se abrió a la experiencia del Espíritu Santo. Conocía sus luchas, temores, miedos, sueños, anhelos, búsquedas y deseo de dejar el mundo mejor que como lo encontraron. Esta generación de jóvenes inició un proyecto de fe con pocas personas.  Hoy son millones de miembros los pertenecientes al movimiento de la Renovación Carismática Católica y otros, que han asumido este estilo de vida y de fe, aunque no formen parte de la estructura de la Renovación como tal.

Posterior a esta generación, vinieron más generaciones tales como los “Baby Boomers”, luego los de la “Generación X” y así un sin número de generaciones hasta llegar a la generación “Alfa”, que son los 100% nativos digitales nacidos a partir del año 2010. Cada una de las generaciones que han caracterizado el mundo tiene fortalezas y debilidades; sus retos y desafíos y algo importante: su manera de percibir el mundo.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, destacando el día de Pentecostés se subraya lo siguiente:

“Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios.» Hechos 2, 11

Cada persona que allí se encontraba escuchó un anuncio de las maravillas de Dios en su propia lengua. Pentecostés hizo que el Reino de Dios tocase el oído de quienes fueron testigos de lo que pasó aquel día en Jerusalén. El mensaje se comunica en la lengua del que escucha. Si quieres predicarle las maravillas del Señor a personas sordomudas, tendrás que aprender lengua de señas. El Espíritu Santo les dio a los discípulos de Jesús la capacidad de hablar la lengua de las personas que habían ido a Jerusalén a dar culto a un Dios simplemente por una tradición, pero que no habían experimentado en su propia vida la salvación dada por Jesús.

Dios conoce y entiende cada generación, por eso la biblia está llena de textos que resaltan la presencia de Dios en cada generación y al mismo tiempo, ese deseo de que su mensaje se transmita. San Pablo le dijo y confió a Timoteo su secreto:

“Lo que me has oído decir ante muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros”. 2 Timoteo 2, 2

Muchos de los problemas que hay hoy en distintos ambientes de la Renovación Carismática se deben a la falta de comprensión y visión del cambio generacional. Mientras por un lado tenemos a los “Baby Boomers” y a la “Generación X” en posiciones de dirección, mando y responsabilidades buscando equilibrio, estabilidad, y en cierto modo “monotonía”, tenemos por el otro lado un grupo de “Millenials” y “Generación Z” en busca de otros caminos, otras dinámicas, otros estilos y otras formas de recibir y transmitir el mensaje.

En los años 80´s para un joven era más fácil sentarse a escuchar una predicación de más de una hora. El contexto histórico marcado por el discurso político y filosófico permitía que la predicación entrase en esa dimensión. No había dispositivos celulares en cada bolsillo, no había redes sociales, ni el conjunto de características de la sociedad digitalizada que tenemos hoy y que limitan y reducen los niveles de atención de la persona.

Tengo un amigo cuya hija adolescente salió traumatizada de un grupo juvenil donde al llegar, una jovencita de 15 años igual que ella le dijo: “Bienvenida a nuestro grupo hermana”. Ella me contó esto y me dijo que salió horrorizada, porque no parecían jóvenes. Esto quizás no les resulta anormal a muchas personas, sin embargo, lo es, porque en muchos ambientes los jóvenes son evangelizados por personas que, al no entender los intereses y estilos de su generación, terminan haciendo de los jóvenes pequeños “Minions” que están únicamente para seguir al pie de la letra los estilos de sus ¿“líderes” ?, que muchas veces son totalmente opuestos a las generaciones de hoy. En algún momento Jesús dijo algo de eso:

«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, lo hacen hijo de condenación el doble que ustedes! Mateo 23, 15

Jesús les reprocha a los fariseos que ellos hacían lo imposible por lograr conseguir seguidores, pero cuando lo hacían, estos estaban condenados a prácticas religiosas que no los llevarían a ningún lado.

En Pentecostés el Espíritu Santo se manifestó a los seguidores de Jesús y quienes los escucharon hablar de las maravillas de Dios, los escucharon en su lengua. Muchos de los problemas de conexión con las nuevas generaciones se deben a la falta perspectiva; el no tener la visión correcta de las nuevas generaciones limita mucho el impacto del mensaje del evangelio que se quiere comunicar. La predicación del “NO” ha influido mucho en esta barrera y esta distancia existencial en la evangelización a jóvenes de hoy. Existen frases típicas como: “No hagas, no se puede, no se debe, es pecado”, entre otras; que distancian cada día a más predicadores y evangelizadores de los jóvenes de este tiempo.

La generación de los Millennials resulta molestosa para personas con una mentalidad de generaciones anteriores, no porque molesten sino porque su visión del mundo resulta más liberal, menos arraigada en sistemas o esquemas políticos tradicionalistas, cuestionan más, son más abiertos al cambio y al mismo tiempo más inestables en la toma de decisiones definitivas para su vida. Su enfoque está más centrado en la formación académica, la experiencia de los viajes por el mundo, su desarrollo laboral y es la más curiosa en la búsqueda de información para afianzar sus creencias.

Esta generación es la más ausente en la iglesia, y no se diga la generación “Centennials” que son los nacidos a partir del año 2000. En muchos lugares la queja es la misma: NO HAY JÓVENES, NO HAY JÓVENES Y NO HAY JÓVENES. Fui invitado a predicar a un retiro de jóvenes en una diócesis hace un tiempo y al llegar allí el día del evento, luego de haber preparado los temas que me habían pedido y de haber diseñado una dinámica de integración para los chicos, me llevé la sorpresa de que la edad promedio de los jóvenes que allí había era de 40 años. Me presentaron luego al coordinador juvenil y tenía 50 años.

El Papa Francisco con su propuesta sinodal de una iglesia en salida nos invita al discernimiento continuo y a la búsqueda de caminos para que la palabra de Dios llegue a todo el mundo. Aquí no se puede dejar fuera los jóvenes, de lo contrario la iglesia será un geriátrico donde las personas que tienen edades productivas y de impacto social, cada día estarán más lejos de estructuras que facilitan la experiencia de Dios y que al mismo tiempo, hacen que en el mundo la voz de la iglesia siga siendo luz para muchos que se sienten perdidos.

En Pentecostés se abre una oportunidad para que el Espíritu Santo nos haga hablar las nuevas lenguas que las generaciones de hoy necesitan. Que su Poder impregne en nosotros una convicción por anunciar a Jesús con un lenguaje entendible para todos y que las barreras de distanciamiento que hay entre las generaciones pasadas y presentes sean derribadas por la fuerza del Espíritu.

Ven Espíritu Santo