ALGO SOBRE MÍ

Nací en San Cristóbal, República Dominicana, hijo de una adolescente que se convirtió en madre soltera.  Crecí en el hogar de mis abuelos y durante mucho tiempo me sentí solo y vacío; con resentimiento y odio a mi mismo y a algunos de mis familiares. En mi niñez era llevado a la iglesia por mi abuela y constantemente aconsejado por mi padrino de bautismo, un sacerdote franciscano, pero al parecer, estas oraciones y estos consejos estaban quedando en el vacío. 

Al entrar en la adolescencia se agudizaron mis problemas de rebeldía, conducta y de odio hacia mí y hacia los demás; con frecuencia estaba triste, me sentía solo, sin rumbo y abandonado en el mundo. Fui expulsado de diferentes centros educativos por problemas académicos y de conductuales. Mi vida era un dolor de cabeza que iba de mal en peor para quienes me rodeaban. No tenia proyecto de vida, no tenía dirección y sentía que mi vida era un accidente.

Recuerdo haber estado en grupos de pastoral juvenil, a los que iba y al tiempo desaparecía. No me sentía parte de aquello. Ir solo en Semana Santa a la iglesia era lo normal y el resto del año de vuelta a lo mismo. Recuerdo a mi abuela y a mi madre en esos periodos, siempre orando por mí. Me tocó llegar a altas horas de la noche a mi casa y a despertarme de madrugada y encontrar a mi madre y mi abuela haciendo oración de intercesión. Era una batalla que estaban librando para que Dios haga algo en mi vida.

Después de un tiempo, cansado, triste y sin deseos de nada, mi abuela (que EPD) me sugirió ir al grupo de oración juvenil que había en la parroquia, alegando que esa noche seria especial. Recuerdo que estuve escuchando la predica y cada palabra que decían, era hablando a mi corazón. Me hablaron de amor, de la paternidad de Dios, de esperanza, me hablaron del amor que Jesús me tenía y del propósito para con mi vida. Ese día sentía que Jesús en mi interior me decía: HOY EMPIEZAS A VIVIR DE MI VIDA. TODO EMPEZÓ A SER DIFERENTE. TODO CAMBIÓ.

A partir de ese entonces me integré en el grupo de Jóvenes Caminantes Hacía Cristo y empecé un proceso de conversión y crecimiento. Mis días no dependían de los acontecimientos externos, sino de lo que Jesús tenía agendado para mi en su plan de amor. Dios estaba haciendo algo maravilloso. Inicié un proceso de formación en la Escuela de Evangelización San Juan Pablo II y Dios dispuso que compartiera con distintas personas en distintos ambientes eso que él había hecho en mi vida y que aún continuaba haciendo.

De ese primer encuentro han pasado aproximadamente varios años, y cada día sigo encontrándome con Él, que siempre me espera con brazos abiertos para recordarme su amor y misericordia. Desde ese entonces soy un testigo del amor misericordioso de Dios, que me ha llevado a compartirlo por diferentes países de América Latina, Centroamérica y Estados Unidos, viendo como Jesús sana, restaura y transforma jóvenes y adultos, que al igual que a mí, le tocó vivir una adolescencia y una realidad familiar difícil.

Estoy unido en sagrado matrimonio a Pamela, una mujer maravillosa y la mejor que me pudo enviar el Señor. Ha sido mi motivación y energía en los últimos años. También le ha dicho sí al Señor y cada día me recuerda lo especial que soy para Él y para ella. Gracias a Jesús vivo un presente lleno de esperanza, con agradecimiento, gozo y paz. 

Te animo a ti querido lector a que abras tu corazón a Jesús, para Él no hay causas perdidas ni jóvenes difíciles, sino jóvenes que necesitan que su amor toque lo íntimo de su corazón y los transforme.

DIOS ESTÁ LOCO DE AMOR POR TI.

Si fuiste edificado con mi experiencia de vida y de fe, suscríbete y compártelo con alguien que necesite escuchar que Dios no renuncia a sus ovejas perdidas y va tras ellas.